Hijos del silencio

Somos hijos del silencio, es en ese silencio que todo lo envuelve donde podrás encontrar aquello que buscas. No es otra cosa que a ti mismo, sencillo y natural. Experimenta la quietud en profundidad si deseas reencontrarte.

Salvaguardando las distancias de lo que el conocimiento humano puede dar por válido, la teoría más extendida entre los entendidos propone que el universo fue creado desde la nada. Todo lo que nosotros conocemos, solo en parte, fue creado desde la más absoluta quietud. El espacio donde la vida acontece al mayor nivel que podemos siquiera imaginar, con sus planetas, estrellas… todo esto en un equilibrio dinámico y maravilloso partió de un momento cero donde nada de esto tenía lugar, un momento desde el que todo comienza.

Nosotros como seres vivos, somos lo mismo. Hay un momento inicial en el que no somos nada, donde la quietud da origen a todo lo que hoy en día nos hemos convertido. Ese momento originario es lo más profundo que habita en nosotros, ese momento de calma, calidez y fusión es el origen de la vida.

Nosotros como seres vivos mucho más inteligentes de lo que nuestro cerebro podría siquiera imaginar tenemos esa quietud, esa calma, ese equilibrio del que todo sucedió como algo natural, como manifestación profunda de lo que somos.

Hoy en día, ¿Cuánto se manifiesta en ti esa quietud, esa calma? Esta sociedad nos propone y nosotros damos por válido una vida de estrés, de complejidad, una vida orientada hacia una meta material como la consecución de un trabajo, una casa más grande o una posición social digna. Nos pasamos los días calculando como hacer más, como conseguir más, apretando todo lo que podemos para complacer a nuestra mente condicionada. Buscamos la felicidad en la consecución de fines externos, muchas veces incluso bajo el lema de “el fin justifica los medios”.

A donde siento que hemos llegado es a una sociedad presa del reloj y de las metas. Hemos llegado como seres vivos que somos a crear una vida fundamentada en un ritmo y una exigencia que supera con creces el equilibrio animal y natural del que partimos. Podemos hablar de horarios laborales, trabajos mecánicos y repetitivos, rendimiento sobre disfrute, valorar más la opinión externa que nuestro propio sentir y nuestras necesidades…

Y un día, nuestro cuerpo se hace notar y nos recuerda que no somos eso, que no hemos venido a este hermoso planeta para producir más, para ser más que nadie. Que somos un ser vivo, un animal que como tal tiene unas necesidades físicas naturales por mucho que hayamos grabado a fuego en nuestra mente toda esa serie de creencias que nos conducen a la extenuación.

Estamos creando cuerpos enfermos, mentes enfermas, sociedades de locura en un hermoso planeta que ya no da más de sí. Porque lo importante es producir más, ganar más, aunque nos llevemos por delante nuestra propia naturaleza y hasta el planeta que nos vio nacer y nos verá morir.

¿Realmente vamos a encontrar todo eso que buscamos tan lejos de nuestra naturaleza animal? ¿Si nos paramos a sentirnos, encontramos paz y bienestar? ¿Cuánto hay de nuestra propia esencia en la vida que llevamos?

Somos hijos del silencio, de la quietud, del equilibrio. Difícilmente encontraremos aquello que anhelamos fuera de nosotros, en el ruido diario que persigue lo material. Somos hijos del silencio, ¿puedes sentirlo? Conecta contigo, desconecta tu mente. Escúchate tan profundo como puedas y se coherente con lo que escuches. ¿Dónde quedas tú y tu ritmo natural en tu escala de prioridades? ¿Dónde buscas aquello que anhela lo más profundo de ti?

Somos hijos del silencio, es en ese silencio que todo lo envuelve donde podrás encontrar aquello que buscas. No es otra cosa que a ti mismo, sencillo y natural. Experimenta la quietud en profundidad si deseas reencontrarte.

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